viernes, 10 de agosto de 2012

Tercera parada: Saint Louis en Senegal

El zoco loco vuelve a África y lo hace desempolvando recuerdos de anteriores viajes, haciendo parada nuevamente en Senegal. Ya os adjunté un anterior post en el que comentaba la experiencia de viajar en sept place, o taxi de siete plazas en este país Africano. Pero en esta ocasión no quiero hablaros del transporte, sino de una de las ciudades que más me impresionaron de Senegal, Saint Louis, en el norte del país.


Sin el ánimo de desanimar a ningún viajero que se haya decidido por Senegal como destino de vacaciones, debo reconocer que este país no me ha dejado ninguna huella importante desde el punto de vista turístico, pero para ser justa debo hacer una excepción con Saint Louis, ciudad senegalesa, que sin duda, merece post y parada en cualquier blog viajero.


En realidad Saint Louis es mucho más que una ciudad, pues es un conjunto formado por una pequeña isla de apenas 2 km de largo y 400 metros de ancho y unida a ella, mediante dos puentes, se encuentran por un lado la parte continental de la ciudad, y por otro, la península de Barbarie, una lengua de tierra que resguarda a la isla del océano atlántico, formando todo este conjunto la ciudad de Saint Louis. Esta original estructura le da carácter, personalidad y le garantiza presencia en todas las guías de viajes del país por méritos propios. Sin lugar a dudas, es destino obligado para quien quiera conocer este país africano.


Imagen aérea de Saint Louis

 Mapas de Saint Louis


  Mapa de Saint Louis

Pero hagamos un recorrido por esta maravillosa ciudad, comenzando por su parte continental, también denominada Sor. Esta parte de la ciudad no nos ofrecerá nada nuevo en relación al resto del país, lo que significa África en estado puro, ruidosa, bulliciosa, colorida… pero sin apenas nada que ofrecer al turista, ávido de nuevas experiencias y cansado del ajetreo y estrés de la vida africana.

Deberemos cruzar el río Senegal, atravesando el puente de Faidherber hasta alcanzar la isla, si queremos comenzar a disfrutar verdaderamente del encanto y magnetismo de esta ciudad, aunque ya el puente en sí mismo, obra diseñada por Eiffel, es todo un espectáculo para el viajero, no solo por su belleza sino por su flujo constante de personas.

Puente Faidherber

Cruzando el puente llegaremos a la isla de Saint Louis, que para sorpresa del turista es un remanso de paz frente al agitado fluir de la vida africana. Tan solo 500 metros de longitud del puente separan a esta isla de su parte continental y sin embargo son suficientes para convertir a esta pequeña isla en un oasis de tranquilidad, aislada del bullicio y del ruido africano que dejamos atrás. Tal parece que estuviera construida solo para deleite y descanso del viajero, cansado de los excesos y del acoso de vendedores ambulantes. Cuando uno llega a la isla de Saint Luis el tiempo, literalmente, se para.

Esta isla está llena de antiguas casas coloniales, alguna de ellas restauradas y convertidas en hoteles, aunque la mayor parte presentan una decadencia elegante, mágica, que hacen que uno tenga la sensación de estar contemplando la historia pasar por delante de sus ojos, no en vano, Saint Louis está llena de historia, pues fue la primera colonia francesa en África.

Isla de Saint Louis

Isla de Saint Louis

El edificio más emblemático de esta isla de apenas tres calles de ancho que se pueden recorrer caminando perfectamente en un día, es el hotel La Poste, un verdadero paraíso donde uno puede, una vez alcanzada la tarde, tomar unas cervezas en su alegre terraza donde se puede contemplar el devenir de la vida africana, con sus bellos colores, incluso si tiene suerte puede disfrutar de una actuación de danza africana en directo.

Hotel de La Poste

A pocos metros se encuentra el Restaurante Flamingo donde es absolutamente recomendable cenar, puesto que por la noche podréis disfrutar de una cena en su terraza a la orilla del rio y a la luz de una vela, mientras se contempla la estampa iluminada del puente Faidherber, una de las imágenes más bonitas que podréis disfrutar en esta ciudad y que tardaréis tiempo en olvidar.

Puente Faidherber iluminado



Restaurante Flamingo

Lo mejor es tomarse un día para recorrer la isla a pié, sin prisa, disfrutando de su tranquilidad, de las buganvilias que adornan sus edificios, de sus casas coloniales, haciendo parada para tomar un refresco y contemplando el río Senegal.

Para dormir sin lugar a dudas el turista debe quedarse en la isla, pues aunque es pequeña, tiene una oferta de alojamiento bastante interesante, mejor que en la parte continental de la ciudad. Desde el hotel La Poste, que ya mencionamos, pasando por el hotel La Résidence o La Lousiane también míticos de la isla, son buenas alternativas para hacer noche.

Pero en este post yo quiero hacer especial mención al hotel donde yo me alojé cuando visité Saint Louis, el hotel Siki (http://www.hotelsenegal.net/siki/es/)

Son varias las razones que podría alegar para recomendar este hotel, de reciente inauguración: hotel tranquilo, limpio y con personalidad. Pero además para los españoles habrá otra razón de peso y es que su propietario es un español que hace años ha dejado nuestro país por su amor a África y decidió reformar un bello edificio colonial, en plena isla de Saint Louis dando lugar a este hotel altamente recomendable.

En él podremos degustar tapas al más estilo español, lo cual, en pleno África no deja de ser curioso. También ofrece actuaciones en directo si tenéis la suerte de que coincidan con vuestra visita a la isla. Es además, punto de encuentro de españoles que viven en Saint Louis, (especialmente miembros de ONGs que trabajan en proyectos de cooperación). Digamos que son de esos hoteles sencillos pero con carisma. Aquí os dejo un video que grabé cuando estuve en el hotel:


 Video del hotel Siki

Una vez que hayamos dado la vuelta completa a la isla, por la parte de atrás de la misma, veremos el otro puente, el puente de Mustapha Malick Gaye, que nos permitirá cruzar a la península de Barbarie, y visitar la comunidad de pescadores de Guet N´Dar que viven en ella y sus cientos de pateras de colores que cubren su costa en espera de poder salir al mar.
Guet N´Dar
Es prácticamente imposible obtener algún testimonio gráfico de lo que allí acontece, puesto que se trata de una comunidad muy celosa de su intimidad y al menos que uno quiera jugarse la vida literalmente haciendo fotos o captando un video, será mejor dejar que sean nuestras retinas las que graben la escena. Si uno intenta ni tan siquiera sacar una cámara de fotos probablemente pasará miedo, así que mejor abstenerse.

Claro que como no tengo apenas fotos me es verdaderamente difícil describir lo que mis ojos vieron, y mucho más difícil poder olvidarlo. Sólo puedo decir que allí uno encuentra explicación a por qué un gran porcentaje de población senegalesa decide jugarse la vida cogiendo una patera. Lo que más capta la atención del viajero es la sobrepoblación de esta comunidad, repleta de niños, lo que da aún más sensación de hacinamiento y pobreza, puesto que son apenas cuatro calles arenosas en las que se concentra una población de miles de pescadores y sus familias, que malviven en casas hacinadas.

Debo reconocer que uno pasa un poco de miedo cuando recorre estas calles de arena repletas de población negra, sintiéndose observado por la multitud, puesto que en esta comunidad es el blanco el que destaca y al que todos observan al grito de touba (hombre blanco). Uno se siente impactado y sobrecogido y no puede creer que solo cruzar un puente pueda suponer entrar en esta nueva dimensión.

Yo no me sentí relajada en ningún momento mientras recorría las calles de Guet N´Dar, había algo en el ambiente que me imponía y me intimidaba. No sé si era la fuerte personalidad de la raza negra, sus cuerpos imponentes, la cantidad de negros que nos rodeaban, (ni un solo blanco), sus miradas vigilantes cuando veían la cámara de fotos, pero yo me sentía como si fuese una espía en territorio enemigo al que pueden descubrir en cualquier momento.

Ni tan siquiera me relajé cuando una familia senegalesa nos invitó al bautizo de uno de sus hijos que estaban celebrando en plena calle. Allí decidimos hacer escala y quedar unas horas disfrutando de la fiesta, que duraría todo el día, mientras las mujeres de la familia, voluptuosas mujeres negras, preparaban el plato típico senegalés, el tiébou dienne, en inmensas potas, mientras los demás disfrutábamos de la música y tambores africanos. Terminada la fiesta continuamos visita a la comunidad, recorriendo la costa que da al océano, mientras alguna patera hacía entrada y varios jóvenes africanos hacían alarde de sus cuerpos musculosos en la playa con todo tipo de ejercicios gimnásticos.


Mujeres cocinando en el bautizo


Cuando uno sale de Guet Ndar se encuentra conmocionado y solo está deseando cruzar el puente y volver a la tranquilidad y protección de la isla de Saint Louis, a sabiendas de que le será difícil explicar lo que ha dejado atrás y aún más dificil de olvidar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario