sábado, 21 de julio de 2012

La Carta Número 13 del Tarot: la Muerte


Hace tiempo que vengo observando, casi diría sintiendo, una especie de  presentimiento, palpitación, intuición o lo que mi bruja Maruja llamaría presagio.

No sé si este sentimiento que me persigue tendrá algo que ver con la premonición Maya, o con la iglesia de la Cienciología, pero lejos de apagarse se va haciendo cada vez más intenso y más cercano, hasta hacerme sentir verdadero miedo.

Mi sensación o intuición o como lo queramos llamar, tiene cierto carácter apocalíptico y me trae a la mente la carta número 13 del tarot, que para los que no conozcan el mundo de la videncia, aclararé que representa la carta de la muerte.

Pero que no cunda el pánico con mi presentimiento, porque la muerte representada por esta carta debe entenderse como premisa necesaria para todo renacimiento. Esta carta y el número que la representa, se ha asociado históricamente a todo lo nefasto, sin embargo todo tarotista sabe que su significado solo es nefasto para quien tema a los cambios, y es altamente beneficioso para quien reconoce su necesidad como transformación necesaria, como final de un ciclo e inicio de otro, el abandono de los esquemas y de los hábitos del pasado para dejar paso a un futuro renovado.

Claro que para lograr el renacimiento al que nos conduce esta carta hemos de sufrir el tránsito iniciático, la prueba transformadora que sin duda ha de ser dolorosa, pues cambiar es morir en cierta manera.  ¿Pero qué es lo que está muriendo?

Muriendo está nuestra sociedad actual, sufriendo una muerte agitada y revolucionaria, convulsionada por el dolor y el sufrimiento, preámbulo sin duda, de una transformación necesaria aunque dolorosa, un duro camino hacia la renovación que entre todos debemos emprender.

Pero no nos equivoquemos, lo que está muerto no es nuestra economía, ni nuestra prima de riesgo, ni tan siquiera la bolsa, ni la banca pública, no, aquí lo único que huele a miasma es el alma, porque en verdad, esta crisis no es ni financiera ni económica, es una crisis espiritual.

Y cuando una sociedad está muerta espiritualmente lo que abundan son los espíritus vacíos o seres grises, (releamos Momo, por favor), que van contagiando su oscuridad a los demás, como un virus letal que se transmite sin control.

Ninguna sociedad puede mantenerse sana cuando lo que abunden en ella son seres a los que no les importan los demás, incapaces de sentir compasión. Cuando sus habitantes se vuelven seres materialistas a los que sólo interesa el dinero y el estatus social, que solo hablan de sus  logros, de sus posesiones y de sí mismos y que son incapaces de alegrase de los triunfos ajenos y mucho menos trabajar por un bien común. Cuando la envidia y la competitividad son el rey de los sentimientos, y otros como la amistad, el amor, la lealtad, han pasado a formar parte del baúl de lo ridículo. Cuando los valores que se transmiten y se premian no son el trabajo y el tesón, sino el dinero fácil, y el canibalismo profesional.

Una sociedad que no tiene ilusiones, ni ideales ni sueños está destinada inevitablemente al fracaso. En la que los niños aprenden desde pequeños que lo importante no es luchar por sus sueños, sino robárselos a los demás, que el esfuerzo y compañerismo son sinónimos de absurdo en el diccionario y que lo importante es parecer algo, aunque no seas nada. Una sociedad que no tiene líderes, ni metas, ni horizontes y en la que el ídolo nacional es la envidia, está, inevitablemente, destinada a la muerte.

Porque no nos engañemos, nuestra crisis económica no es más que el Karma que estamos pagando, el peaje de tanto exceso y tanta falta de sensatez colectiva.

Pero tranquilos,  volvamos al principio, es un karma difícil pero necesario para renacer con más fuerza, es el tránsito iniciático, la prueba transformadora. El cambio que deberemos sufrir para darnos  cuenta de que lo que este país necesita no son políticos de turno, ni banqueros, ni economistas, lo que verdaderamente necesitamos son más Ghandis, más Teresas de Calcuta, más Dalais Lamas, incluso más Guardiolas, más líderes espirituales que nos hagan creer que los sueños se pueden cumplir si hay gente dispuesta a luchar junta por ellos.

"Muéstrame un obrero con grandes sueños y en él encontrarás un hombre que puede cambiar la historia. Muéstrame un hombre sin sueños, y en él hallarás a un simple obrero"

Por tanto dejemos que la guadaña de la carta del tarot haga su trabajo, que mate las malas hierbas y deje nacer las sanas, llenas de ilusiones y sueños renovados.

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